¿Debemos repensar el libre comercio?

¿Debemos repensar el libre comercio?

¿Debemos repensar el libre comercio?




Desde inicios de la década de 1990 la apertura económica fue pensada y presentada como un motor que nos ayudaría a dejar atrás aquel decenio pérdida de los años de 1980. La reducción de aranceles y la apertura a la inversión extranjera, entre otros, serían ingredientes que nos pondrían en la misma liga que los tigres asiáticos.

Hoy, en medio de las tensiones globales sobre aranceles, la globalización es vista por muchos con una dosis de escepticismo,como una culpable de males como la inequidad y el estancamiento salarial. ¿Ha llegado la hora de que Panamá y otros países busquen otro camino?

La respuesta es no. La conclusión de nuestro nuevo informe bandera titulado De Promesas a Resultados en el Comercio Internacional: Lo que la Integración Global puede Hacer por América Latina y el Caribe, plantea que la apertura comercial sigue siendo necesaria para nuestro desarrollo, aunque debemos mejorar cómo la implementamos. La percepción de que la apertura comercial dañó nuestras economías es incorrecta. Según nuestros cálculos, el recorte promedio del 56% en los aranceles que ocurrió entre 1990 y 2010 aceleró el crecimiento del PIB per cápita en América Latina y el Caribe en 0,6% anual. Si bien este efecto puede parecer modesto al lado del Este Asiático, en el caso de Panamá significa un ingreso per cápita un 38% mayor por cuenta de la apertura.

Liberalización y poder ejecutivo

Si bien es una exageración echarle la culpa al libre comercio por fallas que corresponden a otras instancias institucionales, políticas y estructurales, hay que reconocer que deben tomarse medidas para que la apertura funcione para todos.

Por ejemplo, podemos mejorar la arquitectura institucional que rodea la política comercial. A menudo las decisiones suelen recaer en ministerios cuyas preferencias están alineadas con aquellos que se benefician de la protección. Australia es un ejemplo de un país que ha logrado forjar instituciones públicas relacionadas con el comercio y que gozan de independencia, capaces de proporcionar análisis y consejos sólidos y que jugaron un rol fundamental para convertir al país de una economía protegida a una abierta.

La construcción de alianzas en favor del comercio necesita el respaldo de los ciudadanos. La opinión pública sigue apoyando el comercio, aunque es sensible a los mensajes anti–comercio que resaltan potenciales shocks negativos en el empleo. En Panamá encontramos que un 68% declara su apoyo al comercio, aunque el apoyo baja a un 38% cuando el comercio es percibido como una amenaza al empleo. Y por eso es importante destacar las oportunidades de empleo que podrían surgir gracias al acceso a mercados externos.

Es cierto que el libre comercio produce algunos perdedores. El reto es cómo mitigamos el golpe de los shocks comerciales sin perjudicar la reasignación de capital y de los trabajadores hacia empresas y sectores más competitivos. Aquellos programas que aumentan las habilidades y movilidad de los trabajadores, por ejemplo, reducen los impactos negativos de la apertura comercial. La tendencia apunta hacia programas de capacitación de corto plazo gestionados por el sector privado, disponibles para todos los trabajadores, no solo para quienes hayan sido desplazados por las importaciones.

Los gobiernos deben superar la obsesión histórica con las manufacturas, un sesgo heredado de la época de la sustitución de importaciones. Una visión más amplia debe incorporar sectores como la agricultura y la exportación de servicios, que han tenido avances tecnológicos notables.

Finalmente, la integración que tenemos en Latinoamérica y el Caribe es una compleja telaraña de 33 tratados comerciales preferenciales. Calculamos que una racionalización que incluye un acercamiento de México con las grandes economías sudamericanas de Argentina y Brasil puede aumentar el comercio intrarregional en un 11,6%, equivalente a $20.000 millones.

La Gran Liberalización que se inició en 1990 no resultó ser la panacea que terminaría con el subdesarrollo. No obstante su balance es positivo. Debemos evitar la tentación de volver al encierro económico y trabajar juntos en una integración que funcione para todos nuestros ciudadanos.