La idea de gastar millones en un terreno que solo existe en internet puede sonar ridícula, pero el furor despertado por el metaverso, un futuro de realidad virtual, están animando a algunos inversores en comprar bienes inmobiliarios digitales.
Esta semana, la compañía neoyorquina Republic Realm anunció una operación de 4,3 millones de dólares para comprar terrenos digitales en The Sandbox, una de las varias webs de “mundos virtuales” donde la gente puede socializar, jugar o acudir a conciertos.
A fines de noviembre, la firma de criptomonedas canadiense Tokens.com había adquirido por 2,4 millones de dólares unos terrenos en la plataforma rival, Decentraland. Días antes, Barbados había anunciado un plan para abrir una “embajada de metaverso” en Decentraland.
Este tipo de portales se promocionan como prototipos del metaverso, un internet del futuro donde las experiencias en línea actuales como hablar con un amigo se sentirán como si fueran cara a cara gracias a los dispositivos de realidad virtual.
La palabra “metaverso” ha estado muy en boga en Silicon Valley durante meses, pero el interés se multiplicó en octubre cuando la empresa matriz de Facebook se rebautizó “Meta” en su estrategia de apostar por la realidad virtual.
El cambio de nombre de Facebook “introdujo el término ‘metaverso’ a millones de personas mucho más rápido de lo que nunca hubiera imaginado”, dice Cathy Hackl, consultora tecnológica que asesora empresas para entrar al metaverso.
La web de datos Dapp recoge que, en la última semana, se vendieron terrenos virtuales valorados en más de 100 millones de dólares en los cuatro principales sitios del metaverso: The Sandbox, Decentraland, CryptoVoxels y Somnium Space.
A Hackl no le sorprende este auge, que va acompañado por el desarrollo de todo un ecosistema inmobiliario digital, desde promotores a alquileres.
“Intentamos trasladar la forma en que entendemos los bienes físicos al mundo virtual”, dice a AFP.
Y aunque pasará tiempo hasta que estas webs operen como verdaderos metaversos, su terreno digital ya funciona como un activo de la vida real.
“Se puede construir en él, se puede alquiler, se puede vender”, asegura Hackl.
Tokens.com compró una excelente parcela en el distrito de la calle de la Moda de Decentraland, que la plataforma quiere promover como sede de tiendas virtuales de marcas de lujo.
“Si no hubiera investigado y entendido que esto es una propiedad valiosa, esto parecería absolutamente loco”, admite el consejero delegado de Tokens.com, Andrew Kiguel.
Para él, que trabajó 20 años en la banca de inversión centrado en la inmobiliaria, la operación en Decentraland se rige por los mismos criterios que en la vida real: es una zona de moda y muy transitada.
“Es es un espacio de publicidad y eventos donde la gente se va a congregar”, indicó, poniendo como ejemplo un reciente festival de música en esa plataforma que atrajo a 50.000 espectadores.
Las marcas de lujo empiezan a entrar en este mundo paralelo: un bolso virtual de Gucci fue vendido en la plataforma Roblox en mayo por un precio más elevado que la versión real.
Kiguel confía que la calle de la Moda se convierta en una especie de Quinta Avenida de Nueva York.
Su terreno puede generarle dinero como espacio publicitario o incluso “teniendo una tienda con un empleado de verdad”, explica.
“Puedes entrar con tu avatar y tener representaciones digitales 3D de un zapato que puedes sostener, y hacer preguntas” al dependiente, cuenta.
Ya en 2006, un promotor inmobiliario copó titulares tras haber ganado un millón de dólares con terreno virtual vendido en la famosa Second Life. Pero existe una diferencia clave entre esa plataforma todavía activa y las de la nueva generación.
En Decentraland, todo, desde los terrenos a las obras de arte virtuales, llega en forma de tókenes no fungibles (NFT). Algunas personas han gastado decenas de miles de dólares en estos elementos digitales que han generado escepticismo y excitación.
Kiguel prevé que esta forma de propiedad digital esté muy expandida en años venideros, porque la tecnología de “blockchain” que hay detrás crea confianza y transparencia al hacer transacciones.
“Puedo ver el historial de propiedad, cuánto se ha pagado por ello y cómo se ha transfiriendo”, asegura.
Pero no es una inversión sin riesgo, particularmente por la volatilidad de las criptomonedas usadas para comprar NFT y porque el valor de estas inversiones depende del número de usuarios de estas plataformas, por ahora lejos de Facebook o Instagram.
“Suena todo un poco absurdo”, reconoce Kiguel. “Pero hay una visión detrás”.