El ‘low cost’ hace sudar el mercado de los gimnasios. Y Smart Fit avanza en un plan expansivo de inauguración de centros con tarifas diarias de centavos.
La batalla de los gimnasios se refleja en el precio. La cadena panameña especializada en este negocio tiene una tarifa mensual prepago de $90, e incluye membresía. El competidor estadounidense anuncia en su página web una tarifa de $15 al mes. Y el tercer participante, de origen brasileño, ofrece un canon de $20.
Entre los tres totalizan 27 centros de acondicionamiento físico de alto rendimiento en Panamá. Pero es Smart Fit, fundado en Brasil en 2009 y estrenado en Panamá en julio del año pasado, el responsable de haber intensificado la competencia en la industria del bienestar, con un promedio mensual de apertura de establecimientos de 1.16. En contraste, la compañía panameña ha inaugurado 16 centros de alto rendimiento desde su inicio hace dos décadas. Instalada en diciembre de 2017, la estadounidense contabiliza 5.
“Somos la cadena [de gimnasios] número uno de Latinoamérica, que tiene como lema: ‘Democratizar el fitness de alta calidad”, sostiene Nicolás Masutti, vocero de Smart Fit. El eslogan se cumple hasta la fecha con más de 800 gimnasios en funcionamiento en 11 países de la región donde computa más de 3 millones de usuarios.
En Panamá, por ahora, ha reclutado 20,000 clientes y registra un flujo diario por establecimiento de entre 1,500 y 2,000 personas. “Esto obedece a que tenemos una oferta económica muy atractiva en relación con los servicios que brinda la compañía y las instalaciones. Por todo eso es que la gente ha abrazado con locura este proyecto”.
El plan de 20 dólares, si se divide en 30 que son los días del mes, da como resultado una tarifa diaria de $0.66. “El usuario inscrito en este plan, el Smart, tiene acceso a la sede donde se inscribió y puede entrenar en las áreas de musculación, pesas libres y clases dirigidas”.
El plan Black concede licencia para entrenar en cualquiera de los 800 gimnasios de la cadena y autoriza a la persona a ir a la zona de spa cuando guste, para hacerse hidromasajes, corte cabello o de barba en la peluquería, o internarse en la cámara de colágeno o en la de bronceo, delante de un televisor de pantalla plana.
La pregunta obvia para Masutti es la manera como sostienen esta tarifa. Qué hacen en Smart Fit para garantizar un precio bajo frente a una serie de gimnasios cuya área promedio de servicios oscila entre 1,500 y 1,900 metros cuadrados, y que requiere de más de 35 trabajadores capacitados para atender al público.
“Somos un gimnasio de alto volumen que funciona bajo el concepto low cost o costo bajo, con equipos de la más alta tecnología. Hacemos un esfuerzo muy grande para mantener nuestros precios si se tiene en cuenta, por ejemplo, que en otros países hay inflación”, detalla Masutti.
Mantener esos precios con la filosofía de traspasarle ahorros y beneficios al cliente, se explica por el análisis de mercados con un volumen mínimo de habitantes que garantice la sostenibilidad del gimnasio. Dicho argumento explica por qué la presencia de Smart Fit en la capital. “Estudiamos otras ciudades del país como David y Colón y Santiago, aunque esta última debemos estudiarla más, debido a su componente demográfico. Con total seguridad vamos a estar en Panamá Oeste”.
El éxito de una sede de Smart Fit puede corroborarse con los precios de inscripción, que es diferente del de mensualidad. En los primeros meses de funcionamiento de una sucursal, los usuarios pueden matricularse gratuitamente. Según crece la membresía, la matrícula aumenta en 5, 10 o quizás 15 dólares.
“Lo hacemos así porque después de determinado número de inscritos, se dificulta el tránsito en las sedes y se desmejora la calidad de los servicios prestados. Cuando esto ocurre, le proponemos al aspirante otras sucursales donde pueda incorporarse”.
Democratizan el ‘fitness’
‘Locura’ en boga
Los gimnasios se quedaron relegados en el primer decenio de este siglo. Expresiones deportivas personales, asumidas por voluntad propia, derribaron el mito esbozado por Masutti de que los gimnasios solo eran sitios para unos privilegiados. Más que nada gente joven, atletas de élite y personas con cierta capacidad adquisitiva.
Las calles y los parajes naturales se llenaron de personas en búsqueda de algo más profundo que alcanzar las abdominales exaltadas en las portadas de Men’s Health o en los afiches de las Top model.
Los gimnasios se urbanizaron, por así decirlo, y propuestas como la de Smart Fit, sostiene Masutti, no solo incorporan áreas de musculación, zona de pesas libres y algunas clases dirigidas como cycling o body–combat. Sus rutinas involucran ejercicios urbanos propios del crossfit o ambientales extraídos del canotaje.
“Tenemos productos integrales desarrollados por nuestros especialistas, como el smartshape. Es una rutina de entrenamiento muy corta pero supremamente intensa. Dura alrededor de 30 minutos y se segmenta en estaciones de unos minutos, según lo disponga el entrenador”. Los asistentes atienden sus instrucciones mientras azotan una soga o durante unos minutos de pedaleo extremo. O cuando aletean un remo con la decisión de un pasajero que busca otra suerte que la del Titanic.
Los números de Smart Fit son leales al espíritu fitness de su país de origen. En las playas de Brasil no solo reina la caipirinha. Los gimnasios son frecuentados por cultores del cuerpo y del placer de tener una figura saludable sin importar el sexo, la condición social o las condiciones físicas. Esta cadena de gimnasios contabiliza 400 sedes en dicho país, y cientos de miles cumplen una rutina que empieza siendo pequeña y que termina por convertirse en un estilo de vida. En una impronta definitiva.
Masutti describe este fenómeno: “Las personas comienzan primeo con ir a nuestros gimnasios durante una media hora diaria. A los 15 o 20 días cae en la cuenta de los beneficios, por ejemplo a la hora de dormir.
Después, la persona le añade una dieta rica en nutrientes y baja en alimentos letales como una bala. “Entonces ocurre que una noche lo llaman los amigos y lo invitan a comer o a tomarse un trago”.
El invitado lo piensa y accede a acompañarlos en su faena guardando la compostura. “Los desarreglos son buenos para la cabeza”, pero no de manera frecuente porque “ningún estilo de vida de esos es sostenible”.
Y una vez ese usuario se vuelve creyente de Smart Fit, evangeliza con una copa en la mano sus bondades a terceros. Su voz a voz se corrobora con el número de inscritos en cada sucursal. Y más usuarios demandarán más sedes.
En la capital del país, por lo menos, la firma quiere terminar este año con 12 sucursales. Van seis y en junio serán nueve. Son los números de una compañía que se propone democratizar la industria del fitness y que pone a régimen a sus competidores.
Democratizan el ‘fitness’